Genérico y sin compromisos efectivos, el documento resultante de la Cumbre de la Amazonia no aborda las cuestiones relacionadas con la prospección petrolífera.
La Cumbre Amazónica, celebrada los días 8 y 9 de agosto en la ciudad de Belém, Pará, reunió a varios líderes mundiales para debatir el futuro del bioma y la emergencia climática. Las presencias más destacadas fueron las de los representantes de los ocho países que integran la Organización del Tratado de Cooperación Amazónica (OTCA), los países panamazónicos. El resultado más esperado del evento, la Declaración de Belém, dejó que desear, al ser un documento extenso, pero carente de objetivos concretos. La reunión despertó expectativas de una acción más decidida para combatir la devastación amazónica, pero acabó limitándose a compromisos genéricos de cooperación.
Entre las más de 100 decisiones anunciadas durante la reunión, los representantes de las naciones presentes acordaron vagamente aunar fuerzas para establecer una nueva agenda de cooperación en la región. Sin embargo, la ausencia de objetivos claros y medidas tangibles para revertir la crisis medioambiental de la Amazonia suscitó las críticas de activistas y organizaciones ecologistas.
MapBiomas reveló el pasado martes (08) que la Amazonia ya ha perdido el 17% de su territorio original. Se trata de un escenario preocupante dado el punto de no retorno de la selva, que se sitúa entre el 20% y el 25% de deforestación. Cuando se alcanza este umbral, la capacidad de la selva para regular las lluvias en diversas partes de Brasil y para capturar carbono se ve comprometida, lo que podría desencadenar un escenario de caos climático.
Una de las principales aspiraciones de la sociedad civil y las organizaciones ecologistas era que los ocho países panamazónicos firmaran un compromiso de deforestación cero en la Amazonia para 2030. Sin embargo, la Declaración de Belém sólo menciona que es “ideal” alcanzar la deforestación cero, sin dejar claro qué medidas serían necesarias para lograrlo. El acuerdo también establece la creación de una alianza amazónica para la cooperación entre países en la lucha contra la deforestación, pero no ofrece garantías sólidas de su eficacia en la aplicación de los objetivos nacionales, incluidos los de deforestación cero.
Los Diálogos Amazónicos, que precedieron a la Cumbre Amazónica y reunieron a la sociedad civil durante tres días, consolidaron dos reivindicaciones: el fin de la deforestación y el abandono de las prospecciones petrolíferas en la región. Esta segunda reivindicación fue respaldada por más de 80 organizaciones panamericanas, entre ellas el Instituto Internacional ARAYARA, en una carta dirigida a los líderes presentes, y fue un tema recurrente en las manifestaciones de movimientos sociales y activistas.
Sin embargo, la Declaración de Belém no menciona explícitamente esta segunda exigencia. Sólo dice que es necesario que haya un diálogo entre los países sobre la sostenibilidad de los sectores de los minerales y los hidrocarburos en la Amazonia. Esto hace temer que el documento no aborde uno de los puntos principales de las emisiones de gases de efecto invernadero, que es la quema de combustibles fósiles como el petróleo.
El Instituto Internacional ARAYARA, independientemente del resultado de la Declaración de Belém, que decepciona en algunos puntos, mantiene su compromiso activo para evitar la expansión de las fronteras del petróleo, trabajando siempre para que se inicie cuanto antes una verdadera transición energética justa.