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ARAYARA na Mídia: La energía solar está ganando terreno en las inversiones públicas mientras que los biocombustibles están perdiendo impulso.

Las inversiones públicas en Brasil revelan desequilibrios en la transición energética. Mientras la energía solar avanza con apoyo financiero y fiscal, los biocombustibles pierden recursos y el petróleo continúa beneficiándose de préstamos e incentivos gubernamentales.

La energía solar se consolida como una de las principales apuestas de Brasil para ampliar su participación de mercado. Fuentes renovables en la red eléctricaSin embargo, datos oficiales contrastados por organismos independientes revelan que este crecimiento se da en medio de un escenario desequilibrado.

Esto se debe a que, mientras la energía solar recibe importantes incentivos, el petróleo sigue siendo ampliamente beneficiado por recursos públicos, mientras que los biocombustibles, una tecnología brasileña estratégica, pierden terreno año tras año.

Desde 2002, el Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social (BNDES) ha otorgado aproximadamente R$ 17 mil millones en préstamos para derivados del petróleo. Además, desde 2017, el gobierno federal ha autorizado más de R$ 2,3 mil millones en exenciones fiscales para las importaciones relacionadas con el sector, según una encuesta que analizó datos de la Secretaría de Ingresos Federales y la Agencia Nacional de Energía Eléctrica (Aneel).

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El petróleo sigue financiándose con dinero público y agrava las contradicciones climáticas.

A pesar de las advertencias científicas sobre el cambio climático, el petróleo sigue ocupando un lugar central en la política de inversión del país. Datos de la Empresa de Investigación Energética (EPE), vinculada al Ministerio de Minas y Energía, indican que solo este año se han invertido aproximadamente R$ 5 mil millones en Investigación y Desarrollo (I+D) centrados en petróleo y gas natural.

Este volumen ha estado creciendo rápidamente desde 2019, lo que indica una dependencia continua de los combustibles fósiles.

El impacto ambiental es directo. El modelo energético basado en el petróleo es responsable de aproximadamente el 80 % de las emisiones globales de gases de efecto invernadero. Sin embargo, los recursos públicos siguen financiando esta cadena de producción, mientras que las tecnologías renovables nacionales reciben menos atención presupuestaria.

Este escenario plantea interrogantes sobre las prioridades del Estado. Al mantener los incentivos al petróleo, el país no solo pospone la transición energética, sino que también limita el avance de alternativas más alineadas con la reducción de emisiones.

Por qué son importantes los datos sobre la energía solar y el petróleo

El uso de fondos públicos para financiar derivados del petróleo tiene efectos estructurales. En primer lugar, consolida un modelo energético contaminante. En segundo lugar, reduce el margen fiscal disponible para incentivar las soluciones renovables nacionales. En tercer lugar, genera dependencia de un sector que tiende a perder competitividad a largo plazo.

En este escenario, la energía solar se perfila como la fuente de energía renovable de mayor crecimiento. Sin embargo, este crecimiento no es del todo estratégico. En lugar de fomentar una sólida cadena de producción local, los incentivos han favorecido en gran medida la importación de equipos.

Al mismo tiempo, los biocombustibles, otrora una referencia internacional, vienen perdiendo inversiones desde 2015. Este cambio redefine el perfil de la transición energética de Brasil, haciéndolo cada vez más dependiente de tecnologías importadas.

La energía solar podría convertirse en la mayor fuente de la red eléctrica.

Incluso con limitaciones, las cifras de energía solar son impresionantes. Datos de Aneel muestran que si todas las plantas solares, tanto autorizadas como en construcción, estuvieran ya en funcionamiento, la generación alcanzaría aproximadamente 140 gigavatios de energía. Este volumen posicionaría a la energía solar como la principal fuente de energía de la matriz eléctrica brasileña, superando a la hidroeléctrica.

El crecimiento acelerado refleja la reducción de los costos tecnológicos y un entorno regulatorio más simplificado. Sin embargo, los expertos advierten que este progreso no ha ido acompañado de una política industrial estructurada.

“El problema (con la energía solar) es que no hay ninguna política industrial; la legislación ha facilitado las importaciones sin una planificación estatal clara y unificada”, explica el economista e investigador André Furtado, de la Unicamp.

Los incentivos a la energía solar se están acercando a los concedidos al petróleo.

Además de los préstamos del BNDES por un total de R$ 12,3 mil millones, el sector de energía solar se benefició de casi R$ 2 mil millones en exenciones fiscales federales a las importaciones desde 2017. Este monto es comparable a los incentivos otorgados a los combustibles fósiles, lo que refuerza la idea de que la transición está ocurriendo más por sustitución de fuentes que por un cambio estructural del modelo.

Según Furtado, la presencia de grupos de interés influye directamente en este escenario. «Y todavía existe una presión muy fuerte en el Congreso para mantener estos subsidios», afirma.

China, el mayor productor mundial de paneles solares, aparece como el principal beneficiario externo de este modelo. Brasil, a su vez, asume el papel de un importante importador, renunciando a la oportunidad de agregar valor industrial internamente.

Dependencia externa y falta de una estrategia industrial.

Desde una perspectiva global, la expansión de la energía solar en China ha generado beneficios al reducir costos y ampliar el acceso a las tecnologías renovables. Sin embargo, los expertos argumentan que cada país debería estructurar su transición energética en función de sus capacidades productivas.

“En términos de capacidad de generación de energía renovable, China ha hecho un gran servicio al mundo, pero cada país tiene sus fortalezas y fuente ideal para la transición, y las inversiones deben hacerse de manera organizada”, evalúa Furtado.

En el caso brasileño, la ausencia de una estrategia integrada para la energía solar limita el potencial de creación de empleo, innovación tecnológica y soberanía energética.

Los biocombustibles están perdiendo terreno a pesar de ser estratégicos.

Mientras la energía solar avanza, la bioenergía se enfrenta a un retroceso. Muchos expertos consideran que la producción de energía a partir de biomasa, ya sea para combustible o para electrificación, es esencial para una transición energética soberana.

Brasil cuenta con una amplia experiencia en tecnologías nacionales, una diversidad de materias primas y áreas degradadas aptas para la producción de energía. La caña de azúcar, el maíz, la soja, el eucalipto e incluso productos de desecho como el açaí son alternativas viables.

Además, los biocombustibles se consideran una solución para sectores difíciles de electrificar, como el transporte de carga pesada y el transporte de larga distancia, donde la energía solar no puede satisfacer plenamente la demanda.

La aviación sostenible depende de los biocombustibles.

Otro punto crítico afecta al sector de la aviación. El Combustible de Aviación Sostenible (SAF) se considera fundamental para reducir las emisiones en un segmento altamente contaminante. En este caso, ni la energía solar ni la eólica pueden sustituir directamente a los combustibles líquidos.

Por lo tanto, los biocombustibles brasileños están adquiriendo relevancia estratégica global. Aun así, la inversión pública en investigación y desarrollo en este ámbito ha sufrido una fuerte caída.

Datos analizados por EPE (Empresa de Investigación Energética) muestran que los recursos destinados al desarrollo tecnológico en biocombustibles cayeron de R$ 730 millones en 2015 a R$ 234 millones en 2022, con apenas una leve recuperación en 2023. Esta caída compromete la capacidad de innovación y el liderazgo internacional del país.

El “canto de sirena” de los combustibles fósiles

Según Juliano Bueno, director del Instituto Arayara, la transición energética brasileña se desarrolla en medio de disputas económicas y narrativas contradictorias. Define el escenario como una confrontación entre las políticas públicas y los intereses del mercado.

“Por otro lado, está el ‘canto de sirena de los combustibles fósiles’, argumentando que expandir la cadena productiva de combustibles fósiles financiará la transición energética del país”, dice Bueno, quien es miembro del Consejo Nacional de Medio Ambiente (Conama) y del Consejo Nacional de Recursos Hídricos (CNRH).

La promesa implica la creación de empleo y el cobro de regalías, incluso en nuevas fronteras exploratorias, como la desembocadura del río Amazonas. Sin embargo, experiencias previas muestran que los municipios líderes en la recaudación de regalías aún enfrentan desigualdad social y pobreza.

Energía cara, altos subsidios y distorsiones estructurales.

Según Bueno, el modelo actual contribuye a generar altos costos para el consumidor final. «Hoy, considerando el IDH [Índice de Desarrollo Humano] y la distribución del ingreso del país, pagamos la energía más cara del mundo», afirma.

Argumenta que eliminar los subsidios e incentivos distorsionados podría resultar en una energía más barata y eficiente. «No tiene sentido pagar subsidios ni siquiera a las energías renovables, y mucho menos a la industria de los combustibles fósiles», concluye.

En este complejo escenario, la energía solar sigue creciendo, pero en un marco que revela más contradicciones que soluciones definitivas para la transición energética de Brasil.

Fonte: Click Petróleo e Gás ES

Foto: Reprodução / Click Petróleo e Gás ES

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